Tres mujeres bíblicas que vale la pena conocer

Miriam, la profetisa

La hermana de Moisés y Aarón fue parte importante del equipo de hermanos que condujo a Israel fuera de Egipto y a través del desierto.
JOEL BADEN

Cuando Miriam aparece por primera vez en la Biblia, es apenas una niña y ni siquiera se la nombra. Eventualmente pasa a ser conocida, junto con sus hermanos Moisés y Aarón, como una de las tres figuras que condujeron a los israelitas fuera de Egipto. Al igual que muchas otras mujeres de la Biblia, su personalidad está poco desarrollada, al menos si se la compara con la de sus hermanos. Aún así, su presencia en momentos clave de la narración bíblica confirma su importancia.

Al comienzo del libro de Éxodo, cuando el Faraón decreta que todo bebé israelita debe ser ahogado en el río, la madre de Moisés lo salva colocándolo en una canasta en el Nilo. El relato dice que la hermana de Moisés se quedó en la orilla del río para observar qué le pasaría al niño. Y cuando la hija del Faraón descubre la canasta y se da cuenta de que debe ser un niño hebreo, Miriam actúa con rapidez. Se ofrece a conseguir una nodriza hebrea para el bebé y va a buscar a la mismísima madre de Moisés (y su propia madre).

A lo largo de este episodio, Miriam, al igual que su madre, no tienen nombre propio. Es simplemente la hermana del niño en la canasta. Sin embargo, es parte del grupo esencial de personajes femeninos, con o sin nombre, que llevan adelante la historia al comienzo de Éxodo. Las parteras, Shifrá y Puá, que se niegan a matar a los varones hebreos al nacer a pesar de la orden del Faraón; la madre de Moisés, que asegura la supervivencia de su hijo; incluso la hija del Faraón, que recibe a Moisés, todas ellas junto con Miriam, son las figuras activas de la historia, las proto-salvadoras del pueblo israelita en Egipto. Y todas ellas concentradas en apenas dieciocho versículos en Éxodo 1 y 2.

Cuando Miriam vuelve a aparecer en la historia, los israelitas ya han salido de Egipto, liderados por Moisés, y acaban de cruzar el Mar de los Juncos (conocido tradicional pero erróneamente como el Mar Rojo). Después del milagroso escape del ejército egipcio, ahora ahogado, Moisés y los israelitas entonan un himno al poder de D’s, conocido como la Canción del Mar (Éxodo 15:1-18). Al terminar, Miriam –ahora identificada como profetisa- toma una pandereta y, junto con las otras mujeres israelitas, baila y toca el instrumento musical, mientras canta el mismo himno que Moisés había cantado recién: “Cantad al Señor, pues ha triunfado gloriosamente; ¡al caballo y al jinete Él ha arrojado al mar!” (Éxodo 15:21).

Al retomar la Canción del Mar, Miriam hace algo más que simplemente ser el eco de Moisés. Está ofreciendo el espacio para que las mujeres israelitas, tan a menudo ocultas dentro de la comunidad, tengan su propio momento de celebración. En toda la Torá, éste es sin duda el único lugar donde las mujeres israelitas actúan como una entidad diferente. Quizá no sea una coincidencia que éste sea el momento y el lugar, o que sea Miriam quien da el paso al frente. La muerte del Faraón y de los egipcios ahogados en las aguas del Mar de los Juncos es la repetición y contrapartida del decreto del Faraón de ahogar a los niños israelitas en el Nilo. Las mujeres que salvaron a Moisés cuando era un bebé ven ahora cómo su accionar valiente valió la pena al eliminar finalmente a los egipcios. Y ¿quién mejor que Miriam podría liderar la celebración de sus logros?

El nivel de Miriam como líder, afirmado en el Mar de los Juncos, se convierte en la fuente de algunas complicaciones a medida que los israelitas avanzan por el desierto. En Números 12, Miriam y su hermano Aarón se quejan, porque a pesar de ser hermanos, no tienen la misma cercanía en la relación profética con D’s, como tiene Moisés. “¿Solamente a través de Moisés ha hablado Adonai? ¿No ha hablado también a través de nosotros?” (Números 12:2). Dado su rol a comienzos de Éxodo, y su estatus como profetisa en Éxodo 15, Miriam probablemente sienta que se la está excluyendo del lugar de confianza frente a D’s, que le corresponde. Pero D’s declara que Miriam está equivocada: solo con Moisés “habla D’s boca a boca, abiertamente y sin enigmas” (Números 12:8). Cuando la comunicación divina finaliza, Miriam se ve golpeada por una enfermedad de la piel (traducida comúnmente como lepra, pero no queda necesariamente aclarado si se trata de ese mal en particular). Aarón y Moisés ruegan para que se cure, pero D’s declara que “deberá cargar con su deshonra” durante siete días (Números 12:14). Es un signo claro de su alto estatus el hecho de que, a pesar de haber sido castigada de manera tan significativa por su insubordinación, los israelitas no continúan su viaje hasta que Miriam se cura.

Miriam y Aarón (derecha) expresan su malestar frente a Moisés y Tzipora (izquierda)
Miriam y Aarón (derecha) expresan su malestar frente a Moisés y Tzipora (izquierda)

Este es el último episodio de la vida de Miriam que se relata en la Torá. Su muerte queda registrada en el primer versículo de Números 20, en Kadesh, en el desierto. Al igual que sus hermanos, Miriam no llega a ver la tierra prometida.

A pesar de aparecer en unos pocos episodios, según el profeta Micaías Miriam fue enviada junto con Moisés y Aarón para redimir a Israel de Egipto. En la tradición judía posterior, la importancia del rol de Miriam crece aún más. Aunque no se menciona en la Biblia que haya tenido hijos, según la tradición es considerada la antepasada de Bezalel, el arquitecto del Tabernáculo, y del Rey David. Por haber sido etiquetada como profeta, existen historias en las cuales Miriam predice que Moisés salvaría a Israel. Quizás la tradición post bíblica más importante, sin embargo, es la de la fuente de Miriam: un agua que brotaba milagrosamente y que acompañó a los israelitas por todo el desierto; hasta la muerte de Miriam, cuando desapareció.


Eshet Manoaj: la madre del poderoso Sansón

Eshet Manoaj, una de las muchas mujeres estériles de la Biblia, tuvo la gracia y la firmeza de carácter necesarias para ser la madre del “Hércules judío”.

Algunas de las mujeres  más famosas de la Torá fueron estériles. Cuando las matriarcas Sara, Rebeca y Rachel luchaban para poder concebir un hijo, todo el futuro de Israel pendía de un hilo. Aunque la nación fue creciendo, las mujeres de la Biblia continuaron luchando contra el problema  de la infertilidad y luego superándolo. Una de esas mujeres fue Eshet Manoaj, la madre de uno de los héroes más legendarios del período pre-monárquico de la historia de Israel: Sansón.

“Eshet Manoaj” significa simplemente “la esposa de Manoaj”. Esta pareja, de la tribu de Dan, aparece en Jueces 13, texto que se lee como Haftará de la Parashá Naso (más abajo se explica esta conexión). Nunca se nos dice cuál era el nombre de esta mujer. A la distancia, su historia parece seguir un patrón familiar en la Torá. La pareja, sin hijos, recibe a un visitante angelical que les anuncia que Eshet Manoaj concebirá un hijo de manera milagrosa. La historia finaliza con el nacimiento de su hijo, el poderoso Sansón. Pero si se mira más detalladamente, esta historia no es más que el previsible cumplimiento de un motivo recurrente.

Comencemos con el ángel, que de inmediato nos trae a la mente a los tres visitantes que llegaron a la tienda de Abraham y anunciaron la concepción milagrosa de Sara (Génesis 18). En un marcado contraste, en este caso es Eshet Manoaj –y no su marido- quien recibe al visitante angelical. El ángel pronuncia algo que a la vista podría parecer la primera prevención sanitaria de la historia: “Cuídate de no tomar vino ni otras sustancias tóxicas, ni de comer algo que no esté limpio, pues pronto concebirás y tendrás un hijo”. En realidad, estas abstinencias no tienen que ver con consejos médicos, sino que se dan porque, como dice el ángel a continuación, “el niño será un nazareo para D’s desde el vientre de su madre en adelante”.

Un nazareo era alguien que había hecho un voto por el cual asumía el compromiso de vivir de manera absolutamente estricta y santa. Los nazareos no se cortaban el pelo, ni tomaban bebidas intoxicantes, ni podían ser ritualmente impuros. Aquí vemos la primera conexión con la Parashá Naso, en la cual se describen las leyes y prácticas especiales asociadas con los nazareos. Si bien los nazareos que aparecen en la Torá aceptan voluntariamente estas prohibiciones para sí mismos en su edad adulta, por un lapso específico, el hijo de Eshet Manoaj sería aparentemente un nazareo ya en el útero materno y por el resto de su vida.

Después de este encuentro apasionante, Eshet Manoaj corre a contarle a su marido. “Un hombre de D’s vino a mí; parecía un ángel divino, que inspiraba absoluto temor reverencial”. Es en este punto que la historia introduce uno de sus elementos más sorprendentes: el humor. Manoaj reacciona, por decirlo de alguna manera,  como hombre de pocas luces. Al escuchar la noticia de su encuentro divino, le suplica a D’s –la palabra “suplicar”, vayyetar, es la misma que aparece cuando Isaac suplica que Rebeca conciba– y dice: “Permite que el hombre de D’s que enviaste nos visite nuevamente para que nos explique qué debemos hacer con el niño”. Sin embargo, justamente en el versículo anterior, ¡su esposa le había dicho las instrucciones detalladas que el ángel le había dejado! ¿No le había prestado atención?

Por supuesto, también es posible que la pregunta de Manoaj fuera solo el pretexto para una idea más siniestra. Quizás sospechaba que su mujer había concebido ese hijo en una aventura extramatrimonial, y que la historia extraordinaria del encuentro con un ángel fuera una manera de cubrir el rastro, para explicar un embarazo que de otra forma sería imposible. Esta conjetura establece una segunda conexión con la Parashá Naso, en la cual se describe el ritual espeluznante para identificar a una esposa adúltera.

De todas formas, D’s sí envía nuevamente al ángel, a pedido de Manoaj. Y, aunque parezca una broma, nuevamente solo a su mujer: “El ángel divino visitó nuevamente a la mujer; ella estaba sentada en el campo y Manoaj, su marido, no estaba con ella.” Sin duda ansiosa por ser reivindicada, Eshet Manoaj corre a contarle a su esposo, con la esperanza de que éste llegue a ver al visitante.

Esta vez, el ángel se digna hablar con Manoaj, quien aún parece no darse cuenta de que el visitante es divino. Cuando Manoaj pregunta el nombre al ángel, éste se niega a responder: “¿Por qué preguntas mi nombre? Es incognoscible.” Cuando Manoaj le pide que se quede más tiempo y coma con ellos, el ángel bruscamente le sugiere que en su lugar Manoaj ofrezca un sacrificio a D’s. Manoaj acepta y mientras el animal se quema en el altar, el ángel asciende hacia los cielos entre las llamas. Ante esto, ya no quedan dudas sobre su identidad divina.

Manoaj inmediatamente siente pavor, puesto que al haber estado cara a cara con un ser divino, él y su mujer morirán. (Sin importar que Eshet Manoaj ya había sobrevivido al encuentro con este ángel previamente). En un momento final de frivolidad, una Eshet Manoaj calma y serena tranquiliza a su alterado marido diciéndole: “Si el Señor hubiera querido matarnos, no habría aceptado nuestra ofrenda y sacrificio, ni nos hubiera mostrado todas estas cosas [que debemos hacer por el niño]”.

Sabemos muy poco acerca de Eshet Manoaj; ni siquiera su nombre. No obstante, emerge como uno de los personajes principales de esta historia breve pero interesante. Casada con un hombre que no parece creer ni comprender nada de lo que sucede, Eshet Manoaj muestra la gracia y la firmeza necesarias para manejar una situación muy extraordinaria. Si bien se la recuerda merecidamente como la madre de uno de los héroes más importantes de Israel, no debería olvidarse que, como ejemplo de la participación de la mujer en un mundo patriarcal, ella también es una heroína por derecho propio.


 

Débora, la única mujer en el Tanaj con fuerte poder político, presentada de manera positiva

Guerrera y profetisa, Débora es la única mujer en el Tanaj con fuerte poder político, presentada de manera positiva.

¿Se imaginan un líder militar carismático y exitoso, un mediador respetado a nivel nacional, un profeta y, como si fuera poco, un poeta cuyas obras son recordadas miles de años más tarde? Según el Tanaj, existió una mujer que fue todo esto y mucho más: Débora.

Débora es singular y única por haber sido la única mujer en el Tanaj que tuvo un fuerte poder político y que, al mismo tiempo, se la describe de manera positiva. Y posiblemente sea la única dentro de los personajes bíblicos elogiada por su talento militar, profético y artístico.

¿Quién fue Débora? En el Tanaj, después de que los israelitas salieran de Egipto, deambularan por el desierto durante cuarenta años y finalmente entraran a la Tierra Prometida, se produjo un período durante el cual no hubo un gobierno centralizado ni un rey. Durante este vacío de poder, varios jueces –líderes temporarios- guiaron a Israel a través de los tiempos de crisis. Débora, que vivió probablemente a mediados del siglo 13 a.e.c., hace más de tres mil doscientos años, fue la cuarta jueza y una de las más notables entre todos los jueces.

En el capítulo 4 del Libro de Jueces, leemos que los israelitas fueron oprimidos durante veinte años por Jabín, el “Rey de Canaan” (el monarca de alguna tribu local, no israelita) y por su general Sisera. Cuando los israelitas clamaron a D’s, la jueza y profetisa Débora convocó al guerrero Barak, hijo de Avinoam y le ordenó que reuniera una fuerza militar entre las tribus israelitas para enfrentar a Sisera. La respuesta que Barak le dio al llamado a luchar de Débora fue ésta: “Si vienes conmigo, iré; si no vienes conmigo, no iré.” (Jueces 4:8).

Débora acepta acompañar a Barak, y le promete que D’s “entregará a Sisera en manos de una mujer”. (En otras palabras, si acompaña a Barak con las tropas, será ella como mujer y no él quien se adjudicará la victoria). Débora y Barak, junto con su ejército, subieron al Monte Tabor y luego descendieron por el otro lado embistiendo a las fuerzas cannanitas, derrotando a Sisera y sus carrozas de hierro. Sisera huye a pie a la tienda de una mujer llamada Yael, cuyo esposo, Heber el Kenita, es aliado de Jabín. Por razones que no se mencionan, Yael atrae al general cannanita Sisera hacia su tienda, lo arrulla con leche hasta que se duerme y luego le atraviesa las sienes con un gancho de la tienda. De esta forma, se cumple de manera inesperada la profecía de Débora que decía que una mujer vencería a Sisera.

A continuación, leemos un poema que Débora y Barak cantan después de su victoria (Jueces 5). Muchos estudiosos de los textos bíblicos consideran que ésta es una de las partes más antiguas del Tanaj. La canción relata los eventos del capítulo anterior de manera diferente. En la letra se castiga a quienes no contribuyeron con la causa israelita en esa guerra y alaba a quienes sí lo hicieron, se menciona a Débora y a Yael, y se ofrece una imagen muy realista y escabrosa de la madre de Sisera y de sus consejeras esperando ansiosamente y en vano el regreso del general a su hogar.

A través de la ventana escudriñaba la madre de Sisera
Detrás de la celosía, gemía:“¿Por qué se demora tanto su carruaje? ¿Por qué tanto tarda el sonido de sus ruedas?”.

 Al igual que en el libro de Ruth y en la historia del nacimiento y la crianza de Moisés (Éxodo 2:1-10), estos dos capítulos se centran en mujeres (Débora, Yael y la madre de Sisera) y presentan un punto de vista femenino. Pero a diferencia de esas otras instancias, aquí vemos mujeres ejerciendo verdadero poder militar: Débora, la general y Yael, su mejor soldado.

Débora es una mujer que combina su punzante severidad con dulces alabanzas en su poesía. Su nombre significa literalmente “abeja”. Esta profetisa no es la única mujer en la Biblia que se llama así. La nodriza de Rebeca, la segunda matriarca, también se llamaba Débora (Génesis 35:8). Muchas otras mujeres y hombres en la Biblia llevan nombres de animales, incluyendo a la co-heroína de la historia de Débora, Yael (cabra montés) y hasta tres de las cuatro matriarcas: Rebeca (posiblemente “novilla”), Lea (probablemente “vaca”); y Rachel (“oveja”). Y existen muchos otros ejemplos.

La sección del libro de Jueces que presenta la historia de Débora se lee en las sinagogas de todas las comunidades tradicionales judías como la Haftará de la Parashá “Beshalaj”, porque dicha Parashá contiene la “Canción del Mar” (Éxodo 15), que se parece a la Canción de Débora. Esta parte de la Torá se lee generalmente el Shabat anterior a Tu Bishvat.

En lo que se refiere a modelos femeninos bíblicos, resulta difícil encontrar uno que supere a Débora. Débora lo tiene todo: inteligencia, fuerza, arte y profecía. Es interesante notar que si bien en la Biblia no abundan las líderes femeninas fuertes, este texto no parece sentir que sea necesario disculpar ni explicar a quien resulta en muchos sentidos más talentosa y exitosa que muchos de los personajes masculinos que la acompañan.

Un dato curioso: el “número Débora” es un concepto de la física que cuantifica la observación de que, dado el tiempo suficiente, incluso un material sólido podría fluir.  Este término fue acuñado por el científico israelí Markus Reiner, quien observó que Débora cantaba “las montañas fluyeron ante el Señor” (Jueces 5:5). Reiner atribuyó a Débora la percepción de que las montañas no fluyen ante el hombre sino solo ante D’s, cuyo tiempo de observación es infinito.


FUENTES:
https://www.myjewishlearning.com/article/miriam-the-prophetess/
https://www.myjewishlearning.com/article/eshet-manoah/
https://www.myjewishlearning.com/article/deborah-the-prophetess/

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