Taller de escritura biográfica


Por BETINA BENSIGNOR

Cómo narrar una vida: Crónica sobre el Taller de escritura biográfica

La memoria nos pide, igual que nuestras experiencias vividas, formar parte de quienes somos. Así como encendemos una vela para honrar a un ancestro, también la vida nos pide honrar lo vivido para que no se pierda, para pasar la antorcha, para seguir alumbrando la experiencia de los que vienen. Y tal vez también para alimentar la conciencia colectiva, más allá de la individual o familiar.

Con tantas persecuciones y migraciones a lo largo de nuestra historia como judíos, me preguntaba qué pasaría si no atesoráramos algún registro de lo familiar, de eso que llamamos “la vida normal”. ¿Cómo haríamos para conocer las costumbres de nuestros antepasados, sus maneras de celebrar, cómo haríamos para dimensionar en nuestra mente cómo era la vida en un shtetl, para entender lo que significa sobreponerse al desarraigo? Qué difícil hubiera sido reconstruir tantos capítulos de nuestra historia y de nuestra identidad como pueblo.

El poema Las cicatrices de la autora colombiana Piedad Bonnett habla muy bellamente sobre cómo se transforman las heridas:

No hay cicatriz, por brutal que parezca,
que no encierre belleza.
Una historia puntual se cuenta en ella,
algún dolor. Pero también su fin.
Las cicatrices, pues, son las costuras
de la memoria,
un remate imperfecto que nos sana
dañándonos. La forma
que el tiempo encuentra
de que nunca olvidemos las heridas.

Me parece muy significativo superponer sentido y memoria donde sólo veíamos dolor. Sé fehacientemente que el pasado puede ganar una fuerza renovada cuando le permitimos expresarse y salir de su enquistamiento.

A veces hay un prejuicio, como si escribir sobre la vida de uno fuera una cuestión de ego. Al contrario, creo que es importante rescatar cada testimonio, porque cada memoria individual es un fragmento de la memoria colectiva.

Pienso en las cotidianeidades de cada vida, qué pasaría si únicamente las viviéramos y no nos ocupáramos de transmitirlas. No por nostalgia, no por ese mito de que todo tiempo pasado fue mejor, sino porque todo tiempo debería formar parte de la memoria colectiva.

Sumado a esto, en este escenario de pandemia, y como dan cuenta numerosos estudios científicos, la libre expresión escrita es un aporte muy valioso para la salud, el disfrute, el autoconocimiento, y para alimentar el contacto con el mundo interno y con los demás. Entre todos hemos hecho del Taller de escritura biográfica, un espacio donde reducir la angustia y el aislamiento.

La escritura es patrimonio de todos

Qué importante es salir del mito de que escribir es para unos pocos dotados. Porque para hacer relatos biográficos no necesitamos el rigor de investigar y publicar una biografía de una vida célebre, no aspiramos a ganar el Premio Nobel. La idea del taller es que el motor sea el entusiasmo, no que tengamos que producir algo perfecto, estamos hablando de dejar impregnadas huellas de la vida de alguien. Entonces, no hay algo que se imponga, no tenemos que complacer a nadie, ni salir corriendo a entregarle el texto a un editor.

Escribir relatos de vida no significa informar ni dar explicaciones, no necesitamos justificar lo que escribimos ni tampoco remitirnos únicamente, puramente, a “la historia tal cual fue”. Toda vida o fragmento de vida pueden ser narrados de muy diferentes maneras. A veces, en forma directa, otras tal vez en forma progresiva, contando las cosas de a poco. O podemos narrar una parte de los hechos, la que tenemos deseos de compartir, o la única parte que conocemos o nos acordamos. Y también puede suceder que nos plazca hermosear nuestro texto y escribirlo en forma poética. Como cuando Neruda en su Poema XIX escribe: “Un sol negro y ansioso se te arrolla en las hebras de la negra melena…”. Era su forma de contar una realidad tal como él la veía en ese momento.

En el taller vimos que un relato biográfico se puede escribir a partir de la vida diaria, de pensamientos, proyectos, preguntas que nos hacemos. En las clases trabajamos sobre los objetos que hacen a la vida de una persona, escribimos sobre los lugares y los momentos significativos. Hemos dialogado con fotos y recuerdos.

También leímos y escribimos cartas y diarios íntimos. De Federico García Lorca, por ejemplo, se encontraron más de 1.500 cartas que se recuperaron y reclasificaron: cartas de amor, cartas a maestros, a amigos, y a partir de eso se pudo identificar qué estaba atravesando él en cada momento, cuando escribía una obra, cómo era su proceso creativo, cómo era la situación en su España natal, cómo eran sus amores. De la misma manera, las cartas personales nos revelan momentos íntimos y trascendentes en la vida personal y familiar. A través de ellas, muchas personas descubren fragmentos valiosos en la vida de sus padres o de sus abuelos que desconocían.

Lo hicimos entre todos

El Taller de escritura biográfica es un espacio para explorar sin riesgos, no hay forma de que algo salga mal. Después de escuchar la consigna vamos al texto como quien va a un lugar que no conoce, abierto a descubrir.

En nuestras clases no existió el tema de la hoja en blanco, el bloqueo. Trabajar a partir de consignas creativas genera un punto de partida. Entonces partimos hacia la escritura sin saber de antemano qué vamos a escribir. En general, cuanto más inmediatamente nos volcamos al papel o a la computadora, más inconsciente es ese proceso, tenemos menos control, entonces no sabemos adónde nos va a llevar la escritura. Siempre digo que “el texto manda”, lo que nosotros tenemos que hacer es corrernos para que salga, interferir lo menos posible en ese proceso.

Ahí es donde expresamos cosas que no prevemos, y recién después, al leer, descubrimos qué estuvimos escribiendo. Es revelador. Por eso es tan importante tener experiencias de juego en la escritura como las que compartimos en este taller, donde nos entregamos por completo y sin preocupación. Porque la preocupación nos hace poner la letra fea, apretada. En cambio, nada hay más gratificante que escribir en libertad y sin pensar en el resultado.

Fue hermoso ver cómo enseguida los participantes comprendieron que para escribir es mejor estar relajados y con un espíritu de juego activo. Y también fue sorprendente descubrir cómo con la misma propuesta, cada uno iba a lugares tan diferentes.

Al terminar de escribir, cada uno esperaba con entusiasmo escuchar lo que habían escrito los compañeros. Surgió así un sentimiento de camaradería, de solidaridad y de admiración recíproca. En nuestros encuentros virtuales a través de zoom hemos conformado un grupo humano que entregó lo mejor de sí y recibió lo mejor de sus compañeros.

El trabajo con la palabra tiene algo misterioso y sagrado. La palabra es verbo y el verbo crea mundos. Dice la Torá que la realidad del mundo es la manifestación de la Palabra de Dios. Personalmente, siento a través de la escritura la misma conexión espiritual que cuando rezo.

Estoy muy agradecida a AMIJAI por el honor y la bendición que fue, para mí, facilitar este proceso de escritura como otra manera de acercarnos al Creador. Fue muy gratificante acompañarlos y atestiguar cómo los integrantes del Taller de escritura biográfica fueron creciendo, momento a momento, en la escritura de sus vidas a través del encuentro y el disfrute compartido.

Shaná Tová umetuká. Que sea un año lleno de nuevos relatos por contar.

Entrevista de Betina Bensignor a Ana Maria Shua

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