El poder del asombro


Por el SEM. MATI BOMSE

Abraham Joshua Heschel nos enseñó que la tradición judía nos dejó como legado entre otras tantas cosas, el asombro. Él decía que la forma más segura de no entender a Dios, ni al mundo que nos rodea, es tomar las cosas como obvias. La indiferencia a las maravillas de la vida a nuestro alrededor es la raíz de cualquier tipo de error humano.

Los Iamim Noraim nos invitan a reflexionar, a mirarnos en el propio espejo de nuestra vida y dejar de tomar las cosas por obvias por un instante en nuestro mundo. Cada acción, cada palabra que dijimos se pone en juego en este día del juicio.

El ser humano de esta época cayó en la trampa de creer que todo tiene una explicación. Como si cualquier enigma pudiera resolverse. Esta falta de asombro, nos lleva por caminos oscuros, a lugares de donde posiblemente como humanidad ya no podremos salir, ni siquiera volviendo a asombrarnos, e intentando volver a rehacer aquellas cosas que por nuestra falta de asombro destruimos por completo.

Platón dijo que el asombro es la llave para cualquier tipo de pregunta, inquietud o duda. Aristóteles también enseñó que es por causa del asombro que los humanos comenzaron a filosofar. El asombro es la semilla del saber, como un canal que te conduce al conocimiento.

El mundo hace tiempo nos envía señales, como luces en el camino que demuestran los límites a los que nosotros, los seres humanos, podemos llegar a la hora de dañar el hogar que nos rodea. El problema es que ni siquiera estas señales nos asombran.
La biodiversidad está desplomándose y el clima está cambiando constantemente.

Somos la primera generación que sabe a ciencia cierta que estamos debilitando la estabilidad y la capacidad del planeta para desarrollar el potencial humano que conocemos hasta la fecha. Durante los últimos 10 mil años la humanidad vive en un tiempo llamado por los científicos “Holoceno”, donde el clima se sostuvo de manera estable, permitiendo la vida y las sociedades como las conocemos hoy en día.

Este planeta nos dio comida y bebida, aire limpio para respirar y disfrutar la vida en esta tierra. Pero nosotros modificamos esta época, el tiempo del holoceno terminó, y hoy estamos viviendo en el Antropoceno, el tiempo del ser humano, debido al significativo impacto global que las actividades humanas han tenido sobre los ecosistemas terrestres.

Más de la mitad del océano está siendo depredado, nueve de cada diez personas respiran aire contaminado, hemos extinguido a cientos de miles de especies animales.
Solo en los últimos 50 años llevamos al planeta a superar sus propios límites. Por primera vez como humanidad tenemos que enfrentarnos a la idea de que, si no hacemos algo por cambiar esta realidad, no habrá vuelta atrás.

La tradición nos dice que Rosh Hashana, dentro de sus tantos significados, simboliza la creación del mundo en manos de Dios, especialmente el día de la creación del ser humano. En aquella creación Dios le dijo a Adán y Eva que ellos eran responsables por cada ser viviente de este planeta, por cada espacio verde, por cada centímetro de tierra y mar que existen. Nos crearon para ser socios de la creación divina y desde tiempo nos convertimos en su peor enemigo.

Nos dejamos de asombrar por la luna, el sol, los animales, los ecosistemas llenos de completitud y complejidad. Dejamos de ver al mundo como nuestra casa sagrada, y comenzamos a mirarlo como un espacio más. Nos olvidamos de enseñarle a la futura generación, nuestro futuro, que la única garantía que tenemos es seguir asombrándonos para entender mejor dónde estamos parados, para dejar de dar por obvio, para dejar de destruir.

En nuestra Mishná, encontramos una frase de Pirkei Avot qué nos explica sobre qué pilares se sostiene el mundo:
“Shimón el Justo solía ​​decir: el mundo se sostiene por tres cosas: La Torá, la Avoda (el servicio del templo) y Guemilut Jasadim (la práctica de actos de piedad)”.

Estas tres cosas son las tres patas sobre las que descansa el mundo. Otra interpretación es que fue por estas tres cosas que se creó el mundo.
Según los rabinos, sin que la gente continúe estudiando la Torá, Dios destruiría el mundo, porque el estudio de la Torá es uno de los propósitos de la creación.
Para la palabra «avodá», una de las explicaciones puede ser trabajo literal, arar, cosechar, etc. La idea detrás de esta interpretación es que Dios le dio el mundo a los seres humanos para que lo cuidaran y así se convirtieran en socios de Dios en la creación. Si los seres humanos dejaran de actuar como socios de Dios, Dios también dejaría de desempeñar su papel. Y Gemilut Jasadim, significan actos de bondad amorosa.

Lo que nos podemos preguntar es si también es posible saber cuáles son las bases naturales sobre las que se sostiene el mundo. Y la respuesta la dieron los científicos.
Existe una lista con nueve límites del planeta que sería sumamente peligroso traspasar, cosa que ya se ha producido en el caso de cuatro de ellos: el clima, la alteración de la cobertura vegetal, la erosión de la biodiversidad y la desaparición de especies animales (sexta extinción de la vida en la Tierra). También mostraron cómo se habían disparado desde la Segunda Guerra Mundial todos los indicadores disponibles sobre consumo de recursos primarios, utilización de energía, crecimiento demográfico, actividad económica y deterioro de la biosfera. Por eso llamaron a esta época “la gran aceleración”.

Todo el sistema de la Tierra está conectado, es como un dominó, en donde estamos tirando cada vez más fichas y cada día se hace más difícil hacer que se dejen de caer.
A medida que la sociedad avanza, el asombro se esfuma, y entendemos cada vez más que si perecemos, no es por la falta de información, sino por la falta de apreciación.
Así como en estas fiestas depende solo de nosotros estar inscriptos en el libro de la vida, dependerá de cada uno de nosotros sostener al mundo, con acciones pequeñas que se transforman en gigantes si las hacemos entre todos.

La vida sin asombro no merece ser vivida. Lo que nos falta no es voluntad de creer, sino la voluntad de maravillarnos. Hoy más que nunca aquel mundo creado por Dios nos vuelve a necesitar, esperando que nosotros mismos seamos las bases que lo sostengan y lo cuiden.

Shana Tova, Gmar Jatima Tova
Sem. Mati Bomse

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