Ampliar nuestra mirada para cambiar el mundo


Por la RAB SARINA VITAS


Ampliar nuestra mirada para cambiar el mundo

Muchas veces escuchamos la expresión “ver para creer”. Cuando algo no está comprobado por ningún tipo de evidencia, la frase cierra toda posibilidad de refutación. Sin embargo, creo fehacientemente que nuestro Pueblo se forjó en la fe, la que nos enseñó a ver, a comprender el mundo de otra manera.

Así como oír y escuchar no son acciones iguales, mirar y ver son diferenciadas por una actitud. Solo se puede escuchar, cuando estás receptivo a una palabra que venga de “más allá” y que entre por el alma, como un lej lejá. Una manera particular, especial y única de percibir que nos hace descubrir lo evidente.

Vaisa einav vaire, ve hine shlosha anashim nitzavim alav”: “Levantó los ojos y vio y he aquí que había tres individuos parados a lado”.

Abraham se levanta a recibirlos, sin importar quiénes eran. Porque cada persona que pasaba por su casa era bienvenida. Su capacidad de ver más allá de las personas le trae el bello anuncio -de difícil entendimiento-: el próximo año, él y Sara serían padres.

Esa amorosidad, el no dejarse llevar por apariencia, sino saber mirar a través del alma de “esas personas” lo hacen merecedor de la bendición divina de su futuro hijo.

En la misma parashá, aparece el conflicto entre Sara y Agar: los celos que reinaban entre mujeres, y la expulsión de Agar e Ishamel de la casa de Abraham es una situación incómoda y dolorosa. Sin embargo, nos habla de varios aprendizajes.

Ella partió y deambuló en el desierto de Beer Sheva. Se acabó el agua de la cantimplora y ella puso al niño bajo uno de los arbustos. Ella fue y se sentó lejos, a distancia, porque dijo: “que no vea yo la muerte del niño”. Y lloró… Elohim escuchó la voz del niño y el ángel de Elohim le dijo levántate, alza al niño… y Elohim abrió los ojos de ella y percibió un manantial de agua. Llenó la cantimplora y le dio de tomar”.

Agar escucha el llamado del ángel de Dios quien la invita a tomar a su hijo en brazos para fortalecerse, no para fortalecerlo a él. Ayudar a alguien en sus necesidades físicas es cuando más nos fortalece y nutre en nuestras necesidades espirituales.

Dios le da la posibilidad a Agar de fortalecerse porque toma a su hijo, logra abrir los ojos y descubre que, efectivamente, si había un arbusto en aquel lugar, era porque había agua.

Cuando Agar fue capaz de escuchar y de creer en ese llamado, descubrió su propia fortaleza y pudo ver lo que más necesitaba para su supervivencia.

El tercer relato de esa parashá nos ubica en el texto más desconcertante de la Torá, el supuesto pedido de Dios, la última prueba de Abraham de sacrificar a su hijo.

“Vaisa Abraham et einav vaiare ve ine ail”: “Levantó Abraham los ojos, miró y vio un carnero trabado en un zarzal por los cuernos. Fue Abraham, tomó el carnero y lo sacrificó en el altar en lugar de su hijo”.

En Pirkei Avot se nos cuenta qué elementos fueron creados antes del primer shabat de la Tierra: “la boca de la tierra, la boca del pozo de agua, la boca del asno, el arco iris, el mana, la vara, la escritura, las tablas y el carnero de Abraham Avinu”.

El carnero siempre estuvo allí, desde la creación del mundo. Lo que faltaba era que Abraham levantara sus ojos, que estuviera en condiciones de ver. Pero Abraham estaba tan sumido en su misión, en su prueba personal, que no podía ver dónde buscar la solución. Y era tan sencillo, lo tenía delante de él. Como Agar el agua.

La Fe versus la zona de confort

Existen percepciones falsas que no nos permiten avanzar en la vida o que nos frenan en nuestros objetivos, que tienen su raíz en la falta de fe. El relato de los exploradores, los meraglim, nos llena de ejemplos que podemos encontrarlos en situaciones que enfrentamos en nuestra vida diaria.

Números 13: (27:33) dice: “una tierra que emana leche y miel, pero…”.

Hay un pero que señala un enfoque negativo: la afección de la autoestima y la estrechez para confiar en lo que veían.

Plantear que las cosas fluyen y son fáciles, o que son imposibles de alcanzar, nos quita la posibilidad de aprendizaje. “Esta tarea es imposible de realizar”, plantean los espías. Sin embargo, cuando una situación es compleja, tiene grises, tiene etapas. No se asciende de un solo salto, sino dando pasos, peldaño a peldaño.

De esa imposibilidad, surge el pensamiento catastrófico: “¿por qué nos trajiste aquí para dejarnos morir con la espada?” Sin embargo, la incertidumbre y la negación se imponen. Entonces es imposible creer en alternativas como pelear, luchar y ganar.

También, muchas veces sacamos conclusiones equivocadas, y nos golpeamos en la vida, en nuestras relaciones. “Nos veíamos como langostas a sus ojos”, decían los exploradores. ¿Cómo pudieron adivinar el modo en que eran vistos?

La incapacidad de desconfiar de nuestra imaginación nos confunde con la realidad, y terminamos rechazando cualquier evidencia y argumento. Como los diez espías que descartaron la mirada de Ioshua y Caleb. Anularon así la posibilidad de conquistar la tierra, porque no estaban abiertos a ninguna posibilidad, a otra forma de mirar.

Los meraglim además relatan que las ciudades son fortificadas ¿Qué ciudad no estaba protegida en aquel tiempo? ¿Por qué tendrían muros? ¿Por qué se protegerían si eran tan fuertes? Sobredimensionar, también es distorsionar nuestra capacidad y nuestras posibilidades.

Por último, la culpa al otro. Los diez espías cuestionan a Moshe y a Aaron : “si nos hubiesen dejado en Egipto…”. Impotentes para cambiar, prefieren la pasividad de la zona de confort. Fiel ejemplo de falta de fe.

Fe para ver y recordar quiénes somos

En muchas ocasiones, el temor injustificado paraliza nuestros esfuerzos. Nos retiramos, renunciamos a nuestros proyectos. Vemos a los demás como gigantes.

Sin embargo, si somos capaces de cambiar la forma de ver, podemos transformar nuestros pensamientos y conductas, y así conseguiremos confianza.

El mensaje de la Torá nos apela a asumir la responsabilidad, a aprender, a lograr confianza, a hacernos cargo. Nos da conciencia personal de quiénes somos realmente, cuáles son nuestras fortalezas, nuestras debilidades. Nos invita a comprender que debemos ampliar nuestra visión, el marco con nuevas perspectivas y aprender a encontrar los milagros que siempre nos acompañan.

Aprovechemos este tiempo para hacer cambios positivos que nos permitan ver mejor. Busquemos otra percepción de nosotros mismos para cambiar la de los demás también.

Educar nuestra mirada significa recuperar la posibilidad de ser afectados por lo visto. Es ampliar el foco, aventurarnos a nuevas lecturas, que no sean sólo el fruto de nuestra propia y limitada comprensión. Para darnos cuenta de que las soluciones siempre están más cerca de lo que pensamos.

Rab Sarina Vitas


Crédito Foto: Sebastián Pani – Brando

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